A los 18 años Ricardo Kaká, aun militaba en el equipo juvenil del Sao Paulo en Brasil, cuando sufrió un accidente que por poco lo deja en silla de ruedas el resto de su vida, borrando de sus futuras vitrinas los trofeos de la UEFA Liga de Campeones, la Copa Mundial y el Balón de Oro entre otras decenas de éxitos.
En octubre del año 2000, Kaká disfrutaba unas cortas vacaciones con su familia. Su entrenador le había dado dos días libres tras ser sancionado por acumulación de tarjetas amarillas. Estando de visita en casa de sus abuelos, él y su hermano Digao, fueron a pasar el día a un parque acuático. En medio de la diversión, sucedió lo que marcó de por vida a Kaká, al saltar de un trampolín, pegó la cabeza contra el fondo de la piscina, al ver a su hermano sangrando, Digao, buscó atención rápidamente, le suturaron la herida y determinaron que no tenía nada serio. Craso error.
Estando de vuelta en Sao Paulo y entrenando como si no hubiese ocurrido nada, Kaká comenzó a sentir fuertes mareos y dolores, a su regreso al hospital, le comunicaron que el golpe le había provocado la ruptura de la sexta vertebra del cuello. Los médicos le informaron que no sólo estuvo a punto de un retiro forzado de las canchas de fútbol, sino que “era un milagro que pudiese andar”, según relató Kaká en una entrevista para el programa El Larguero.
Así comenzó el proceso de rehabilitación que lo forzaría a abandonar el fútbol y a perder la titularidad. Su retorno a las canchas era incierto y vivía sumergido en incertidumbre, sin embargo, al pensar en el por qué del accidente y, más que todo, en el milagro, sólo se le ocurría una respuesta: Dios. “Él no permitió que me ocurriera una tragedia”, afirmó Kaká.
Para sorpresa de todos, su recuperación duró sólo dos meses, pero aun seguiría enfrentando obstáculos. En su reaparición en las canchas, Kaká luchó por la titularidad perdida en el equipo juvenil sin mucho éxito ya que el mediocampista que lo había suplido durante su convalecencia, ya era capitán y titular indiscutible. Cuando todo parecía ir cuesta arriba, el primer equipo pidió un delantero y un mediocampista, el entrenador del equipo juvenil envió a su delantero titular y a Kaká, ya que “no quiso que subiera su mediocampista titular porque este era el capitán”, explicó Kaká en una entrevista con Real Madrid TV.
En fin, el accidente no sólo le produjo el acercamiento a Dios que lo caracteriza hasta el día de hoy, sino que además le abrió las puertas a lo que sería una carrera futbolística legendaria. Apenas 4 meses después del accidente, Kaká debutó en el primer equipo de Sao Paulo. Un año después fue convocado a la Selección Nacional de Brasil. En Julio de 2002 ganó la Copa Mundial y casi tres años después del accidente, fue transferido al AC Milán donde se coronó como ganador de la Serie A, la Supercopa Italiana, la UEFA Champions League, la Supercopa de Europa y la Copa Mundial de Clubes.
Aun habiendo alcanzado cuantiosos triunfos, Kaká no se olvida de quien se lo permitió desde un principio: “Se lo dedico a Dios, porque es Él quien me ha dado este don y quien me ha permitido ser feliz con el fútbol. Sin Él no lo habría logrado.”
Leído en donbalon.com
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